domingo, enero 23, 2005

Quien te ha visto y quien te ve...

Estos han sido unos días de nostalgias y de cambios. Anoche fui de cena con unos amigos de toda la vida, de esos que gracias a la red mantienes el contacto, porque a algunos hacía años que no los veía. Estas son las situaciones en las que uno piensa ¡que viejo soy!. Ves pasar antes tus ojos, encarnados en rostros de amigos y amigas, toda una vida. Junto a sus caras, en tu cabeza surgen recuerdos, batallitas juveniles, anécdotas, amores, desamores, y todas las situaciones y experiencias que nos convierten en lo que somos. ¿Qué me diferencia a mi de ellos?, después de todo, yo no sería el mismo sin la presencia de estas personas. Ellas han compartido conmigo momentos buenos, momentos malos, y juntos nos hemos hecho adultos, lo que nos otorgará un importante grado de similitud (dejando de lado la duda de si somos similares por crecer juntos, o crecimos juntos porque éramos similares...). El caso es que tras la cena, risas, uno montón de historias rememoradas entre todos para hacérselas saber a aquellas personas que han llegado tardíamente al grupo (véase, las distintas parejas de cada uno, que después de todo, crecer debía tener algo bueno), llega el momento de separarnos de nuevo. Las ironías de la vida hacen que la búsqueda de la estabilidad nos lleva a todos a tomar caminos diametralmente distintos, ya no nos vemos, ya no nos llamamos, al igual que en MOMO, esos señores de negro se han llevado nuestro tiempo... .
Al mismo tiempo, esto se junta con que mañana empiezo en un trabajo nuevo. Ayer me reía con mis recuerdos adolescentes, y mañana la cruda realidad me recuerda que aún, a mis 26 años, trato de abrirme camino.
¿Porqué no me hice fontanero, en vez de psicólogo?. Mi vida sería menos compleja, mi trabajo no me exigiría el nivel de "estres social" que supone interactuar contínuamente con otras personas. A demás, me incorporo al microcosmos de un colegio, nuevos compañeros, nuevo entorno (a 150 km de mi casa), en fin, afortunadamente soy joven y aún tengo cierta capacidad de adaptación (aún no he echado las suficientes raíces, pero todo se andará). Como se suele decir, ánimo, valor, y al toro.

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