martes, noviembre 30, 2010

El catolicismo explicado a las ovejas

Tragicómica

"El catolicismo explicado a las ovejas" es la 2ª novela que leo de Juan Eslava Galán, siguiendo devotamente la recomendación del amigo Cosmo en un no tan lejano encuentro en la capital de esta Tierra de conejos.

Este libro, que podemos llamar ¿ensayo? consiste en una hilarante y ácida descripción de los deberes, credos y bienhaceres propios que todo buen Católico-Apostólico-Romano debe hacer y pensar si no quiere arder en el infierno como un cabrón gracias a ese Dios que tanto le ama.

Un cura reaccionario pero muy cachondo nos cuenta la historia de la religión Cristiana y muchas de sus hijastras (entre ellas la católica) a través de diversas lecciones de historia, dogma y anécdotas realmente divertidas sobre el mundo de Cristo. Desde un punto de vista de aguda ironía, el autor hace un destripe de la historia del cristianismo, su desarrollo y la actualidad que sufrimos día a día, desde los clavos de Cristo hasta los ataques de senilidad de Benedicto XVI, siempre desde una óptica de falsa devoción para repartir hostias (literalmente) a diestro y siniestro a tanta farsa santificada.

Muy recomendable, ligero para sus dimensiones, aunque algo de fuelle pierde al final. No se lo pierdan.

viernes, noviembre 12, 2010

La ventana. Parte 4 (y última)

El otoño tardó en llegar lo que suele tardar todos los años, sin hacerse esperar ni crear expectación. Sigiloso, llega mandando a callar las indiscreciones del sol radiante, con el decoro del que carecen las flores, y procurando apagar poco a poco la luz de los días más cortos.

Llegaba un otoño para una familia feliz. Una familia completa, con salud, con niños, con personas que deciden volver a mirar juntas hacia el mismo lugar tras un tiempo separados. Porque de eso se trataba.

Pero el equilibrio es la tendencia natural de todas las cosas.

Una mañana otoñal la ventana dejó de traer aire fresco. Dejó de traer aromas, ruidos de la calle. Dejó de traslucir la luz del sol. Ese día nuestra ventana decidió que existía demasiado bien en uno de los lados de la balanza.

Nuestro niño se demoró unos segundos para mirar de donde venían todas las cosas buenas que la nueva estación les había traído a través del cuello de botella de la habitación de los padres. Quería saber de donde había salido todo aquello (o entrado). Un truco cualquiera de nuestra ventana para restaurar su equilibrio, haciendo deslizarse la felicidad, desde dentro, fuera de la ventana.-

lunes, noviembre 08, 2010

La ventana. Parte 3

Aquel comienzo primaveral arrancaba con otra de sus estancias en casa de su abuela. Que el bebé estuviera enfermo de nuevo suponía volver a quedarse con ella durante semanas hasta que el bebé estuviera “bien”. Mamá le dejaba allí, nunca había sabido muy bien porqué, si la abuela era mala como decía, ¿como podría esperar que le cuidase?. Tal vez era por eso, quería más a su hermanito que a él mismo, tal vez le gustaría estar enfermo.

La estancia en casa de la abuela era muy aburrida. Estando en su propia casa, el día se hacía llevadero al pensar durante el colegio lo que haría al llegar a casa. Durante esas semanas ni siquiera podría pensar en eso para tener una ilusión para levantarse de la cama.

A la salida de la escuela aquella tarde de estreno primaveral su abuela le esperaba con su tradicional y aburrida merienda, que ella pensaba que era de exquisita degustación para un escolar. La ingirió de forma impersonal, aséptica y sin pasión ninguna. Su abuela no le hacía especial caso, se limitaba a darle de comer y vigilar que acudiera al colegio y no oliera mal. Se supone que eso era cuidarle y el propio niño a fuerza de costumbre consideraba que eso era también cuidar.

Tras la merienda y ante el desinterés de la abuela ante el hijo de su hijo, el niño se ha sentado frente a un álbum de fotos sorprendido de ser abierto desde el día de su estreno. Todas son fotos de la boda de sus padres, recientes, hace a penas 7 años. En ella se puede ver a su padre tal como lo recuerda el niño, lo recuerda bastante bien, sólo hace un año que no lo ve. Su mamá dice que se fue con una puta. Él piensa que la verdadera puta es su mamá, y el chulo su hermano. Nuestro niño daría cualquier cosa por ver a su hermano curado.

La abuela ve al niño trastear con el álbum de fotos y sonríe complacida.

A las dos semanas volvió de nuevo a su casa. La vida transcurre con normalidad, de visitas al hospital a jornadas escolares. Una tarde de mayo oye a su madre hablar por teléfono.

- Ha desaparecido, totalmente limpio – A su madre le brillan los ojos – Si, al fin.

- ¿El hermanito está ya curado mama?

- ¿Te gustaría?


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sábado, noviembre 06, 2010

El Robot Completo

No pasa el tiempo

Como ya he comentado anteriormente, mi relación con Asimov empezó durante un verano cuando estaba en bachillerato. En aquellos meses me pasé las tardes sumergido en novelas de Isaac Asimov, paquetes de Fritos de Matutano y discos de Mike Oldfield. De esta época procede mi pasión por este autor de culto.

En aquellos tiempos el presupuesto no me alcanzaba para comprar todo lo que leía, así que ya de mayor me he acabado comprando aquellas novelas que en su momento me prestaban. Así ha ocurrido con "El Robot Completo", una compilación tamaño familiar de la mayoría de los relatos de Robots de Asimov, prácticamente desde el principio, terminando ya con las primeras menciones de los planetas colonos y el inicio de la decadencia de la era robots con los robots humanoides (fin del periodo Ciclo de la Tierra, y comienzo del periodo de transición hacia el Ciclo del Imperio Galáctico, en orden cronológico).

El volumen incluye los relatos que suelen figurar en las compilaciones habituales de Robots de Asimov, como la famosa "Yo, Robot", así como otros relatos que ayudan a la transición hacia momentos históricos posteriores, incluido como punto y final "El hombre Bicentenario", que daría argumento a la película homónima.

Excelente compilación para introducirse desde el principio del universo Asimov, con orden y sentido, y así, cuando lleguemos a La Fundación, el orgasmo mental será inolvidable.

miércoles, noviembre 03, 2010

La Ventana. Parte 2


Aquella primavera anunciaba un año muy duro para su madre. La brisa primaveral entraba haciendo ondular la cortina. Tendría un fantasmagórico aspecto si no fuera por el radiante perfume de naturaleza recién estrenada que nos traía nuestra ventana abierta. Pudiera parecer que aquel simple orificio en la pared llevaba y traía los males de la caja de Pandora. La llegada de una nueva estación hacía su entrada triunfal.

El hermanito era muy pequeño aún, no tenía ni dos años por lo que todos se empeñaban en contabilizar su edad en meses. Dieciocho meses, 17 de los cuales los había pasado de hospital en hospital. Siempre tenía aspecto enfermizo. Siempre flaco y pálido, con su cabeza pelada y esa falta de fuerzas que hacía parecer que le haría un favor a todos, especialmente a él mismo, muriéndose de una vez y dejándose de indecisiones.

- ¿Se va a morir? - preguntaba el niño aquella mañana, una vez más, a la salida del hospital.

- ¿Te gustaría? - contestaba su madre de mala gana.

Aquella escena se repetía con asiduidad para ambos. Madre y niño por igual. El regreso a casa siempre era un auténtico castigo. Ella con los ojos continuamente acuosos, conducía como una loca mientras guardaba silencio durante todo el trayecto de regreso. El niño la miraba a ella y a su hermano, pensando que todo estaba mejor cuando él, el bebé, no estaba en casa. El bebé había traído un montón de problemas.

- ¿Papá se fue porque cuidabas más al bebé que a él?

- ¿Eso te lo ha dicho tu abuela?

Aquella conversación, cambiando los protagonistas se repetía continuamente los días que tocaba médico. El resto del día era accesorio, no pasaría nada que se saliera de este guión durante horas.

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lunes, noviembre 01, 2010

La ventana. Parte 1

Era una ventana como las demás. Ni más grande, ni pequeña, ni más fea, ni hermosa. Tal vez más vieja, tanto en años como en actitud. Nuestra ventana tiene un defecto, ha envejecido por igual.

Una ventana vieja es como cualquier cosa que conozcamos a la que podamos darle el adjetivo de vieja. Es desconfiada y arisca, ya que los años han empañado su cristal. Está agrietada y astillada, su tacto es áspero, llena de manchas y erosiones del tiempo. Es más, podemos llamarla vieja hasta por sus capas de pintura superpuestas, año tras año, intentando disimular que, como todo a su edad, se tuerce.

Pero sus años - qué contradicciones - también le han permitido ver, como ojo anciano, desfilar toda la vida delante de sí. Una contemplación pasiva y límpida cual ventana.

El niño no valoraba la edad de su ventana. Los niños no suelen valorar los años y la experiencia, de hecho pocas veces llegan a hacerlo los adultos. Así que la trataba como una ventana más, ni más grande, ni pequeña, ni más fea, ni más hermosa, pese a que era ella quien le mostraba el mundo. Le gustaba en verano asomarse a esa ventana en la habitación de sus padres, y ver el cielo azul claro resplandeciente. También el resplandor y calor estival, ese que casi podemos oler y que nos trae el recuerdo de que ha llegado el verano.

Pero a nuestro niño le gustaba sobre todo el invierno en su ventana. El invierno anunciado y descrito por el olor acre de madera vieja mojada. Ciertamente el invierno no era ni la lluvia ni el frío, ni si quiera tener que ir al colegio. El invierno era anunciado por los aromas de su ventana.

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La sesuda reflexión del lunes

"Instrucciones para llorar"


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


Julio Cortázar