El un rapto de locura y exhibicionismo, me he puesto manos a la masa, ojos al monitor y neuronas a la plancha, para comenzar esta experiencia de expresión. Lo primero a lo que me enfrento en la creación del blog es la necesidad de ponerle título. Rápidamente se me pasa por la cabeza, curiosamente, un pensamiento recurrente que tengo cada vez que cojo la guagua (forma en que se conocen a los autobuses en mi tierra canaria) para ir a ciudad cercana. Durante el trayecto, siempre miro un enorme árbol, creo que un laurel de índias, fuerte y robusto, pero que está a punto de caer en un barranco, ya que está al filo de este. Tiene unas enormes raíces, las cuales se agarran con fuerza a la tierra, pero la verdad es que su intento por arraigarse firmemente a la tierra en poco tiempo no podrán impedír que caiga al abismo. En cierto aspecto me siento identificado con ese árbol, luchar por arraigarse, por no caer en la desidia, en pocas palabras, por lograr vivir. Sin embargo, todo es inutil, ni las más fuertes raices, ni toda la fuerza y entereza que se posea, nos impedirá caer en el abismo de la muerte.
Tras este pensamsiento inicial, el cual ya me evocaba un título, me vino a la mente algo más mundano y menos poético, y dada la simpleza que caracteriza a mis razonamientos según la hora de la noche a la que me ponga a pensar, opté por inspirarme en una reflexión procedente de una película. En este momento, el navegante perdido que lea este blog pensará "bueno, otro más con reflexiones parasitadas a otros". Pues si, yo también parasito ideas, en este caso, el concepto de Replicante. El replicante se planteaba "¿YO, que he visto y conocido las maravillas del universo, desapareceré como una lágrima en la lluvia?". Finalmente opté por este título, el cual representa lo más absurdo, y al mismo tiempo, lo más grande de la existencia humana. Me siento un arbol al borde, también me siento el Replicante. Pero después de todo, me siento vivo con la idea de que el conocimiento es la única forma digna de recorrer el camino.
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