Esta mañana mi hermano se ha pasado a hacernos una visita. Cuando él llega yo aún estoy acostado, evidentemente, ya que un domingo por la mañana, más siendo jornada electoral, no es como para levantarse temprano. Hago un esfuerzo por levantarme a la indecente hora de las 10 de la mañana. Me visto como buenamente puedo, llego al baño, me miro al espejo... en de siempre, mismas greñas con falta de un corte de pelo, misma mirada miope, la barba empieza a surgir de nuevo..., maldita testosterona (o maldito estereotipo que asocia la barba de varios días con la falta de higiene...), y mis únicas, auténticas y genuinas ojeras. Salgo del baño mínimamente recompuesto y me enfrento a mi hermano. Ahí lo tengo, el orgullo de la familia. Metro y ochenta centímetros de hombre, corpulento, bien parecido..., y esa sospechosa e incipiente curva de la felicidad, por lo que veo la vida de pseudo - casado le está sentando bien.
Le saludo, me saluda, me mira de pies a cabeza con esa mirada evaluativa de hermano mayor, frunce el ceño y me dice: "vaya, que desmejorado te veo, estás como envejecido, ¿te va mal en el trabajo?".
¡¡¿¿YO ENVEJECIDO, DESMEJORADO??!!. En ese momento toda mi atención se centra en tomar conciencia de mi mismo. Vale, es cierto, debí llegar tarde en el momento del reparto genético en mi familia, no es culpa mía, por eso soy el hermano menor, pero yo me veo igual que siempre. Repasemos, 170 cm de varón, raza blanca, pelo negro, piel tirando a pálida, como diría Sabina, a mis veintipico tacos, igual sigo de flaco. ¿Qué he cambiado?.
Tras este traumático reencuentro con mi hermano que hacía un mes que no lo veía, me he puesto a reflexionar sobre su vida y la mia y, concretamente, sobre la vida de soltero y casado. Él ha cambiado las noches de farra, la vida social e intelectual por una vida estable y una tripa cerbecera. Yo sigo igual de calavera (sigo citando a Sabina), sigo estudiando y trabajando, sigo igual de insomne, a veces deliveradamente, otras sin querer, e igual de amante de mis amigos, y la misma vida inestable, por mucho que me pese.
¿Quién ha salido ganando? ¿quién ha salido perdiendo? ¿quién de los dos vive realmente?
Le saludo, me saluda, me mira de pies a cabeza con esa mirada evaluativa de hermano mayor, frunce el ceño y me dice: "vaya, que desmejorado te veo, estás como envejecido, ¿te va mal en el trabajo?".
¡¡¿¿YO ENVEJECIDO, DESMEJORADO??!!. En ese momento toda mi atención se centra en tomar conciencia de mi mismo. Vale, es cierto, debí llegar tarde en el momento del reparto genético en mi familia, no es culpa mía, por eso soy el hermano menor, pero yo me veo igual que siempre. Repasemos, 170 cm de varón, raza blanca, pelo negro, piel tirando a pálida, como diría Sabina, a mis veintipico tacos, igual sigo de flaco. ¿Qué he cambiado?.
Tras este traumático reencuentro con mi hermano que hacía un mes que no lo veía, me he puesto a reflexionar sobre su vida y la mia y, concretamente, sobre la vida de soltero y casado. Él ha cambiado las noches de farra, la vida social e intelectual por una vida estable y una tripa cerbecera. Yo sigo igual de calavera (sigo citando a Sabina), sigo estudiando y trabajando, sigo igual de insomne, a veces deliveradamente, otras sin querer, e igual de amante de mis amigos, y la misma vida inestable, por mucho que me pese.
¿Quién ha salido ganando? ¿quién ha salido perdiendo? ¿quién de los dos vive realmente?
2 comentarios:
Cada uno vive a su manera, lo importante es no juzgar la del otro :-)
Seguro que esas ojeras te sentaban de cine. :-)
Un abrazo!!!
Tú.
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