Aquella tórrida tarde de agosto había una nueva sombra deslizándose por la Gran Vía. Un individuo que exhalaba misterio, inteligencia y sexapeal bajo aquel disfraz que le hacía confundirse con una más de las prostitutas de aquella popular ciudad. Colocándose el fajín y secándose el sudor bajo su tocado de
lagarterana, El Replicante esperaba la llegada de su contacto.
No se conocían en persona, pero sabrian como reconocerse.
Nade conocía sus verdaderas identidades, si bien sus hilos manipulaban la blogosfera.
Milimétricamente puntual, un vehículo pequeño y discreto, de matices oscuros, utilitario por el día, oscuro depredador por la noche, disco-bar móvil los fines de semana, aparcó discretamente sobre un paso de cebra y una plaza de minusválidos.
"Cuando el grajo vuela bajo..." - Dijo El Replicante. Una voz fría y calculadora, le respondió sin expresión cual lobo cavernario -
"... hace un frío del carajo"Aquellas palabras clave les identificaba como iguales, compañeros de misión. Se alejaron de la gran ciudad a aquel remoto y desconocido lugar a medio camino entre l
a tumba del Tio Paco y
el chalét de las afueras de la casa real. Nadie sospecharía de tan retirado lugar.
Cosmofonio descubrió los entresijos del
Puerto de Granadilla, El Replicante descubrió que Madrid, sus gobernantes y parte de sus primos políticos y demás familiares tienen montado un bonito cortijo. Trazaron sus planes para dominar el mundo. El Replicante propuso el
42, Cosmofonio añadió además el
4, 8, 15, 16, 23. La tétrica música de George Dan y Los del Río daban al aire una textura de viejo cine negro.
Nadie más los volvió a ver juntos. Nadie vió sus rostros. Solo quedaron de testigos... aquellas cervezas.
Misión cumplida,
deuda saldada.