"I'll be at your side, there's no need to worry
Together we'll survive through the haste and hurry
I'll be at your side
If you feel like you're alone, and you've nowhere to turn
I'll be at your side"The Corrs
lunes, abril 30, 2007
La sesuda reflexión del lunes
domingo, abril 22, 2007
La sesuda reflexión del lunes
Que es lo que tiene el aire en la mañana
que limpia los temores de mi corazon
las dudas que anoche eran tinieblas
son simples tonterias a la luz del solLa Unión
viernes, abril 20, 2007
Golosinas
De pequeño admiraba a mi hermano mayor. Era más alto que yo, le dejaban llegar de noche, corría más que yo, jugaba al fútbol mejor, y tenía más amigos que yo. Siempre quise parecerme a él.
Nueve años mayor, yo andaba como un perrito faldero detrás con mi corta edad, mientras él trataba de evitarme y darme esquinazo para no molestar a sus amigos.
Un atardecer le daba la lata mientras charlaba con sus amigos en pandilla callejera. Me miró, habló animadamente conmigo sin hacer caso a sus amigos. Me habló de una de una de sus aventuras callejeras y como robaron una bolsa de golosinas. La escondieron, para que no les pillaran.
Yo escuchaba con atención, me iba a contar su secreto. Yo era el centro de su atención, me hablaba y me hacía sonreír y sentirme orgulloso de él. Me indicó donde estaban escondidas las golosinas, pero yo tendría que hacer un pequeño agujero para desenterrarlas.
Y allí mismo comencé a escarbar, con un palito y una piedra, empecé a hacer el agujero hasta que se hizo de noche y me mandaron a casa. Días después volví, a buscar las golosinas, seguía escarbando y pasando horas gastando mis pequeñas fuerzas.
Nunca hubo tesoro escondido. Nunca hubieron golosinas. Mi hermano terminó su tarde de charla tranquilo mientras yo buscaba su tesoro.
Aún busco tras él las golosinas.
Nueve años mayor, yo andaba como un perrito faldero detrás con mi corta edad, mientras él trataba de evitarme y darme esquinazo para no molestar a sus amigos.
Un atardecer le daba la lata mientras charlaba con sus amigos en pandilla callejera. Me miró, habló animadamente conmigo sin hacer caso a sus amigos. Me habló de una de una de sus aventuras callejeras y como robaron una bolsa de golosinas. La escondieron, para que no les pillaran.
Yo escuchaba con atención, me iba a contar su secreto. Yo era el centro de su atención, me hablaba y me hacía sonreír y sentirme orgulloso de él. Me indicó donde estaban escondidas las golosinas, pero yo tendría que hacer un pequeño agujero para desenterrarlas.
Y allí mismo comencé a escarbar, con un palito y una piedra, empecé a hacer el agujero hasta que se hizo de noche y me mandaron a casa. Días después volví, a buscar las golosinas, seguía escarbando y pasando horas gastando mis pequeñas fuerzas.
Nunca hubo tesoro escondido. Nunca hubieron golosinas. Mi hermano terminó su tarde de charla tranquilo mientras yo buscaba su tesoro.
Aún busco tras él las golosinas.
lunes, abril 16, 2007
La sesuda reflexión del lunes
"Vaya pesadilla
corriendo,
con una bestia detras
dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más"
Antonio Vega
sábado, abril 14, 2007
Lista de lecturas
"Carecer de libros propios es el colmo de la miseria"
El día que descubrí que la montaña de libros por leer que se acumulaba en mi mesa de noche hacía peligrar mi vida en caso de derrumbe nocturno, y dado que el peluche de Homer Simpson ya no podía apenas alcanzar a sujetarlos, decidí dejar de leer tanto blog y folletos de Carrefour y ponerme al tajo, en este orden:
1. El Club de la Lucha (Chuck Palahniuk): Un regalo. Lleva cuatro meses en mi mesa de noche haciendo cola, no tengo perdón de Dior.
2. Sabina en carne viva (Javier Menéndez Flores): Otro regalo. Lleva un día en mi poder y entra directamente en el número dos de la lista de espera.
3. La historia del LSD (Albert Hofmann): Menos mal, uno que me he comprado yo. Fruto de un arrebato subversivo y depresivo en una librería.
4. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick): Otro regalo. Quiero conocer mis orígenes.
5. Yo, Robot (Isaac Asimov): Regalo. Me lo leí hace años en un verano que me empaché de de Isaac Asimov. Nostalgias del post anterior...
6. Dune, La casa Harkonnen (Brian Herbert y Kevin J. Anderson): Propiedad compartida. Me lo empecé hace tiempo y lo dejé a medias, tiene muy pocos dibujos y demasiadas letras...
7. El cerebro de Broca (Carl Sagan): Regalo. Otro que dejé a medias, menos mal que los libros no son mujeres...
8. Dune, La casa Corrino (Brian Herbert y Kevin J. Anderson): Propiedad compartida.
9. Esta boca es mía (Joaquín Sabina): Regalo. Este me lo leo en paralelo con todos los demás...
10. La senda del drago (José Luis Sampedro): Regalo de un grupo de pacientes, solo me he leído las dedicatorias...
Pero mientras tanto, maldito Señor de los anillos...
martes, abril 10, 2007
La sesuda reflexión del martes Vol. 2
La ciudad se siguió derrumbando, en la acera mientras tanto
anémonas de humo, antenas de coral.
Él se pierde en la bruma, ella sólo recuerda cuando mira el mar.
Le asalta la duda de estar viva y recuerda alguna huida
cuando aún no sabía mentir.
"Amor, ¿por qué lloras? ¿Qué es lo que te pasa?" "Será que soy feliz".
jueves, abril 05, 2007
Un dios maldijo...
... la vida del emigrante.
Frecuentemente paso conduciendo por uno de los barrios más ricos de mi ciudad. Sembrado de chalets, grandes jardines y coches de lujo aparcados sobre la acera. Al pasar, la vista tiende a fijarse en los bonitos jardines y en el esplendido paisaje que se puede disfrutar en la travesía. Sin embargo, recientemente me he dado cuenta de un curioso detalle.
Según la hora que se pase, las paradas de trasporte público se llenan de mujeres. Son casi todas muy similares unas a otras. No son rubias y ricas extranjeras, ni elegantes damas. Son mujeres bajitas, de tez oscura y rasgos extraños.
Vienen de muy lejos, a servir. A servir en casas de señores para realizar labores domésticas, a limpiar retretes, a servir la copa de vino o a cambiar pañales de ancianos decrépitos. Son mujeres suramericanas, colombianas, peruanas, bolivianas especialmente. Trabajan de sol a sol sin descanso, con un mísero día libre a la semana en el que probablemente no salgan de la casa de su señor porque no tienen a donde ir. Como se ha puesto el servicio, ahora tenemos que importarlo.
Antes los secuestrábamos en su propia tierra, ahora se pagan ellos mismos el viaje a la esclavitud en patera.
Frecuentemente paso conduciendo por uno de los barrios más ricos de mi ciudad. Sembrado de chalets, grandes jardines y coches de lujo aparcados sobre la acera. Al pasar, la vista tiende a fijarse en los bonitos jardines y en el esplendido paisaje que se puede disfrutar en la travesía. Sin embargo, recientemente me he dado cuenta de un curioso detalle.
Según la hora que se pase, las paradas de trasporte público se llenan de mujeres. Son casi todas muy similares unas a otras. No son rubias y ricas extranjeras, ni elegantes damas. Son mujeres bajitas, de tez oscura y rasgos extraños.
Vienen de muy lejos, a servir. A servir en casas de señores para realizar labores domésticas, a limpiar retretes, a servir la copa de vino o a cambiar pañales de ancianos decrépitos. Son mujeres suramericanas, colombianas, peruanas, bolivianas especialmente. Trabajan de sol a sol sin descanso, con un mísero día libre a la semana en el que probablemente no salgan de la casa de su señor porque no tienen a donde ir. Como se ha puesto el servicio, ahora tenemos que importarlo.
Antes los secuestrábamos en su propia tierra, ahora se pagan ellos mismos el viaje a la esclavitud en patera.
Por un jergón y plato de sopa
con una alfombra y un kleenex
le sacan brillo al culo de Europa
con una alfombra y un kleenex
le sacan brillo al culo de Europa
Joaquín Sabina
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