San Ignacio de Loyola (Ejercicios espirituales):
"Sacrificium intellectus: Debo siempre creer, para todo acertar, que lo blanco que yo veo es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina".
Conocemos a Nostradamus por sus profecías, que siguen siendo bestsellers en el mundo.
Ignoramos que Nostradamus fue también médico,un médico insólito,que no creía en las sanguijuelas y contra las pestes recetaba aire y agua: aire que ventila,agua que lava.
La mugre incubaba plagas;pero el agua tenía mala fama en la Europa cristiana. Salvo para el bautismo,el baño se evitaba porque daba placer y porque invitaba al pecado. En los tribunales de la Inquisición, bañarse con frecuencia era prueba de herejía de Mahoma. Cuando el cristianismo se impuso en España como verdad única, la Corona mandó arrasar los muchos baños públicos que los musulmanes habían dejado, por ser fuentes de perdición.
Ningún santo ni santa había puesto nunca un pie en la bañera y entre los reyes era raro bañarse, que para eso estaban los perfumes. La reina Isabel de Castilla tenía el alma limpia, pero los historiadores discuten si se bañó dos o tres veces en toda su vida. El elegante Rey Sol de Francia, el primer hombre que usó tacones altos, se bañó una sola vez entre 1647 y 1711. Por receta médica.
Eduardo Galeano
P. ¿Y qué tal fue con Antonio Vega?
R. Estaba todo el tiempo colgado. La discográfica me dijo que grabara todo lo que hiciera porque no sabían cuánto duraría. Me quedé alucinado. Estaba despierto como una hora al día en el estudio. Un día entró mientras sonaba un tema y me preguntó qué era. Le dije que era su canción, pero él no recordaba haberla escrito. Tratamos de ayudarle, pero no tuvimos muchos resultados. Era una persona con tanto talento..
Phil Manzanera, de Roxy Music, en una entrevista para El País. Una verdadera pena.
"Las gafas"
Tengo gafas para ver verdades. Como no tengo costumbre no las uso nunca.
Sólo una vez...
Mi mujer dormía a mi lado.
Puestas las gafas, la miré.
La calavera del esqueleto que yacía debajo de las sabanas roncaba a mi lado, junto a mí.
El hueso redondo sobre la almohada tenía los cabellos de mi mujer, con los rulos de mi mujer.
Los dientes descarnados que mordían el aire a cada ronquido, tenían la prótesis de platino de mi mujer.
Acaricié los cabellos y palpé el hueso procurando no entrar en las cuencas de los ojos: no cabía duda, aquello era mi mujer.
Dejé las gafas, me levanté, y estuve paseando hasta que el sueño me rindió y me volvió a la cama.
Desde entonces, pienso mucho en las cosas de la vida y de la muerte.
Amo a mi mujer, pero si fuera más joven me metería a monje.
Matías García Megías