Predicadores

Hace unos días tocaron a la puerta de mi casa un domingo por la mañana. Esto me sorprendió porque no suelo tener visitas a esa hora, y un domingo no puede ser nadie vendiéndome nada. Error, venían a venderme la salvación de mi alma.
Al abrir, me encuentro frente a mí un chaval de no más de 15 años, elegantemente vestido con chaqueta y corbata. Cabeza baja, mirada indirecta de abajo a arriba y con cara de "acaban de quitarme la Play Station para mandarme por las casas".
En sus manos, por supuesto tenía lo que yo esperaba y buscaba con la mirada, sendos ejemplares de "Atalaya" y "Despertad".
Esta escena no tendría nada de extraño si no fuera por la juventud del chico, y que justo detrás de él, con mirada evaluadora, había una mujer de unos 50 años, observando las evoluciones de su chico. Es de suponer que estaría supervisando los primeros intentos del joven en salvar almas ajenas.

Todos nos llenamos la boca hablando de la "libertad de credo" que disfrutamos en nuestro país". Habría que relativizar un tanto esta afirmación tan bonita. Empezando por los católicos, que sumergen al niño en su fe, desde la tierna infancia, sin plantearse en ningún momento que ese niño tendrá libertad de elección. Y terminando por los evangélicos, que se vanaglorian de dar esa libertad de elección a sus hijos, ¿libertad, cuando se crían en un entorno total y absolutamente sesgado religiosamente?. Y no hablemos todo el enorme abanico sectario del que podemos disfrutar...

Libertad, qué falsa palabra.