El otoño tardó en llegar lo que suele tardar todos los años, sin hacerse esperar ni crear expectación. Sigiloso, llega mandando a callar las indiscreciones del sol radiante, con el decoro del que carecen las flores, y procurando apagar poco a poco la luz de los días más cortos.
Llegaba un otoño para una familia feliz. Una familia completa, con salud, con niños, con personas que deciden volver a mirar juntas hacia el mismo lugar tras un tiempo separados. Porque de eso se trataba.
Pero el equilibrio es la tendencia natural de todas las cosas.
Una mañana otoñal la ventana dejó de traer aire fresco. Dejó de traer aromas, ruidos de la calle. Dejó de traslucir la luz del sol. Ese día nuestra ventana decidió que existía demasiado bien en uno de los lados de la balanza.
Nuestro niño se demoró unos segundos para mirar de donde venían todas las cosas buenas que la nueva estación les había traído a través del cuello de botella de la habitación de los padres. Quería saber de donde había salido todo aquello (o entrado). Un truco cualquiera de nuestra ventana para restaurar su equilibrio, haciendo deslizarse la felicidad, desde dentro, fuera de la ventana.-
1 comentario:
Me ha gustado, pero... qué corto se me ha hecho.
¿Dónde está el libro de reclamaciones de este blog? XDDD
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