De niño conocí a una pequeña ballena azul. Una ballena muy bonita, pintada con llamativos azules sobre un papel brillante. Un adulto había decidido que esa pequeña ballena viviera en el polo norte, donde hacía mucho frío, tanto que hasta los pensamientos se congelaban. La ballena vivía sola, y tenía pocos vecinos. Pero cuando se encontraba con alguien no hacía falta que hablaran, los pensamientos comenzaban a revolotear sobre sus cabezas y con el intenso frío, rápidamente se congelaban y todos podían leer lo que se estaba pensando.
En este país vivían felices, todos se llevaban bien, pensaban bien de los demás, y todos se fiaban de todos. Sin embargo, la ballena estaba inquieta. Ella no quería que viesen lo que pensaba, quería pensar libremente, pensar en la intimidad, solo para ella. "¡Qué cotillas deben ser los demás!, siempre interesados en lo que pienso, en lo que opino, y en lo que no quiero decir, pero que no puedo ocultar".
Un día, la ballena tomó una decisión. Iría al sur. Allí le habían dicho que el sol brillaba intensamente, calentando los corazones y los pensamientos. La ballena dudaba de que existiera un lugar así, pero decidió intentarlo, viajar lejos con la esperanza de encontrar unas aguas cálidas y un sol brillante, donde se pudiera pensar y hablar, y contar solo cuando se desee.
Y hacia el sur nadó, y en poco tiempo llegó a aguas templadas, a un mar azul. Nadó en busca de alguien con quien hablar, para por primera vez ser libre en sus pensamientos y decisiones. Pronto encontró a un extraño animal. Este se encontraba subido a algo similar a un cuenco de madera, flotando sobre el agua sosegadamente.
La pequeña ballena, nerviosa, rápidamente le habló.
- ¡Hola!, ¿quién eres?
- Soy Juan, ¿de donde vienes?
- Del norte - contestó la ballena, contenta y libre. - ¿Qué haces subido ahí?
- Pasear, busco a alguien con quien hablar y divertirme. Pero por favor, acércate más, desde aquí no puedo oírte bien.
La ballena, radiante, se acercó a su nuevo amigo. Cuando estuvo a unos pocos metros, vio un gesto extraño en Juan.
Lo último que vería la pequeña ballena azul sería en resplandor soleado del arpón, quitándole la vida, y sus preciados pensamientos.
4 comentarios:
La ballena azul conoció a dios, el que quita la vida sin dar explicaciones.
A veces no hay que irse muy lejos para ser libre...
Mecachis!!! pero no había un final feliz?????
Siempre que arriesgamos hay la posibilidad de equivocarnos, pero .....ahí reside el misterio.
Gracias por tu visita.
Nos leemos!!
Un beso.
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