sábado, julio 02, 2005

Corazón de madera

La joven termita vivía en un madero. No era un madero cualquiera, era una robusta viga de abeto, resistente y tierna, fresca y perfumada. Tenía buen sabor, y de vez en cuando se podía encontrar una sabrosa veta de resina.
Sin embargo, la termita no era feliz, siempre dando vueltas en el mismo lugar, sin nada que hacer, sin nada nuevo que ver, sin nadie nuevo que descubrir. Las demás termitas parecían contentas y satisfechas con su vida, o eso aparentaban, pero ella estaba inquieta, sabía que algo fallaba, que aquél no era el verdadero mundo.
Lo fácil hubiera sido hacer caso a los comentarios de sus congéneres, "confórmate con lo que tienes", "más vale malo conocido", pero un día la joven termita oyó una vieja leyenda. La historia hablaba de un mundo lleno de luz y de aire fresco silbante. Un mundo libre y utópico. La termita preguntó a todos sus mayores por este mundo donde la luz lo invade todo, y la libertad, y el espacio. Todos se miraban preocupados, y guardaban silencio. Otros le decían que aquello era una vieja y falsa historia, otros simplemente le contestaban que no era de su incumbencia.
Algo le decía a la joven termita que aquella leyenda era cierta, y decidió marchar en su busca.
Marchó durante mucho tiempo, cavando y cavando, royendo la madera profunda y pacientemente. Un día se encontró con la última termita de la colonia. Una anciana, venerable y sabia. Nuestra joven termita le contó la leyenda que había escuchado, y que había decidido encontrar ese bello lugar por todos los medios. Solo necesitaba que alguien sabio la orientara en su última disyuntiva: ¿hacia el norte, o hacia el sur?
La anciana cayó durante unos instantes, meditando, para luego contestarle, afablemente: "hacia el sur".

La termita se lo agradeció profundamente, y marchó feliz en busca de su paraíso.

Pasó el tiempo, excavó y excavó. Poco a poco se iba haciendo más débil, le faltaban fuerzas, la edad le afectaba. No desfallecía. Seguía en la oscuridad, en la soledad, luchando contra la madera, excavando la sabia y la madera, los nudos y las vetas, oscuro y silencioso.

Llegó el día que las fuerzas le faltaron, sola en la oscuridad supo que había llegado su hora. No había encontrado nada, solo madera, soledad y oscuridad. Las demás terminas habían tenido razón. Aquella anciana le había indicado el camino un camino espacial, aunque nuestra termita ya nunca los sabría. El camino longitudinal de la madera.

8 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

Disfrutaré y aprenderé del camino; esa será mi luz. El final importa poco, allí sólo hay termitas.

Anónimo dijo...

si solo pensamos en als metas, no disfrutaremos de los caminos
Besitos salados de CHOI

Tbo dijo...

Hola pasaba por aqui desde diencefalo. Saludos. Me gusto tu cuento, tiene varias lecturas, aunque supongo ha sido tu intención, personalmente creo que la moraleja es cruel.

Snif, Snif, pobre termita, que desgraciado final. Esta película es de las que me hacen llorar. Ni siquiera encontró un poco de luz y que vieja termita más malvada.

Saludos.

Anónimo dijo...

Pobrecilla. Además la pobre se muere sin aprender nada. buaaaa

Anónimo dijo...

se me escapó el dedo, el anónimo es mío

scape95 dijo...

La anciana termita será muy venerable y sabia, pero un poquiiiiito cabrona, ¿no?

Anónimo dijo...

Bueno ,la termita perseguía un sueño y luchó por él, no? no siempre tiene porqué acabar mal.

Eso sí, la pobre lo tenía crudo.

Un beso.

Pd: espero que participes del concurso.

Anónimo dijo...

Y, realmente, que pensais que le esperaba a la termita. Ese maravilloso mundo de luz, ese nuevo paraiso, su meta... una mierda! Hubiese muerto aplastada por una escoba.

Su destino como termita es permanecer en el madero.
Mucha valentía y mucha tontería, pero ya veis el resultado.
Menos ilusiones.